Este septiembre cálido es como un niño obstinado que se demora por las calles. El viento guarda silencio, y esto me preocupa, ¿qué estará pensando que no se atreve a decir en voz alta? Será quizás que ve cómo el otoño viene caminando hacia nosotros. Mientras tanto yo vuelvo a sacar el chal viejo y ajado de virginia, y sus libros. Este otoño las palabras de Virginia seguirán vivas y en el aire, serán pequeñas luces necesarias; aún necesarias. A mí el otoño me pone triste, pero Virginia en septiembre de 1929 escribe
Es una hermosa mañana de septiembre; los grajos graznan, las sombras son largas y poco profundas en la terraza. El cuerpo ha salido del aire. Se está afinando para el invierno. Se está volviendo claro y puro como los ojos de un viejo.
La pureza del frío en el aire, a veces en los ojos o en el alma. La claridad. Pienso en Virginia mientras intento sembrar de palabras nuevas canciones que se desperezan, mientras recorro sus diarios para volver a su cuarto y conversar. Virginia me anima en la nostalgia acumulada de tantos veranos perdidos
Siempre recuerdo esos curiosos y largos paseos otoñales con los que terminábamos las vacaciones de verano, hablando de lo que íbamos a hacer, «planes otoñales», los llamábamos. Siempre se referían a la pintura y a la escritura y cómo organizar mejor nuestra vida social y doméstica. Siempre estaban relacionados con el otoño, las hojas que caen, el campo poniéndose pálido e invernal, nuestra mente excitada ante las perspectivas de luces y calles y comienzo de una nueva temporada de actividad: octubre, la aurora del año.
Octubre, mi mes más triste, mi verdadero mes cruel, es para Virginia la aurora del año.Cuando vuelva a su cuarto, cuando levante el edificio hermoso de sus frases, pensaré este otoño lleno de luces y calles para ella, en su habitación, todavía escribiendo. Hablando para nosotras.
Una habitación propia, en Mequinenza y en Fraga, entre las luces del otoño.
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